miércoles, 26 de enero de 2011

El prólogo de la esposa

  Demonio - antes conocido como Eosforo “el portador de luz”- Mikhail Vrubel.      
                                                         
DIEZ AÑOS, diez años más, pedía a su dios Nikos Kazantzakis para concluir su obra, para decir lo que tenía que decir, para "vaciarse". -"Que venga después la muerte y solo encuentre un costal de huesos". Con diez años le bastaría, por lo menos así creía él.



- ¡Lo terminarás!
- Lo modificaré. Ahora sí que sé escribir. ¡Ya verás! Toma una hoja de papel y un lápiz, veamos si alcanzo a dictarte...

Nuestra colaboración duró apenas unos minutos.

-¡Imposible! No sé dictar. Solo puedo pensar con el lápiz en la mano: "Antepasados... Padres... Creta... Infancia... Atenas... Viajes... Sikelianos... Viena... Berlín... Prevelakis... Moscú..."  Y, con voz apenas audible, que emergía de las aguas insondables del subconsciente, empezó a dictarme los dísticos franciscanos que había puesto en boca del santo: "He dicho al almendro: Háblame de Dios, hermano. Y el almendro floreció."

-¡Lee, lee, niña, lee que te escucho!

"Reúno mis herramientas: la vista, el oído, el gusto, el olfato, el tacto, la mente. Ha caído la tarde, la jornada de trabajo concluye, vuelvo como el topo a mi casa, a la tierra. No es que esté cansado de trabajar, no lo estoy, pero ya se pone el sol..."
No pude seguir. Mi garganta se estrechó. Por primera vez Nikos hablaba de la muerte.

-¿Por qué escribes como si fueras a morir? -exclamé realmente enloquecida y, para mí: ¿por qué acepta de pronto la muerte?

-¡No, no, no moriré compañera, no hagas caso! Viviré todavía diez años, ¿no lo hemos dicho? -respondió sin ninguna vacilación. Necesito diez años más -repitió y extendió la mano para tocarme la rodilla. -Vamos, léeme, veamos lo que acabo de escribir.

Me lo negaba a mí, pero quizás él lo sabía. Porque aquella misma tarde metía en un sobre el capítulo en cuestión acompañado por una carta para Pandelis Prevelakis: "Eleni no ha podido leer, ha estallado en sollozos. Pero es que empieza a acostumbrarse, que yo también me acostumbro...Su demonio interior lo impulsó probablemente a abandonar el Tercer Fausto que tanto deseaba escribir, para comenzar Carta al Greco.

-No me juzgues como un hombre -me suplicó un día otro combatiente. No me juzgues por mis actos, júzgame como si fueras Dios, por la intención secreta que tienen mis acciones.

Así, pensé, es como debemos juzgar a Nikos Kazantzakis. No por lo que ha hecho, y ya lo creo que lo que ha hecho tiene valor intrínseco. Sino por lo que quería hacer; ya lo creo que lo que quería hacer tenía altísimo valor para él y para nosotros.

Prólogo para la edición griega de Carta al Greco.
ELENI KAZANTZAKIS
Ginebra, 15 de junio de 1961.




...


Una noche pregunté a Dios: - Señor, ¿cuándo perdonarás a Lucifer? -Cuando él me perdone, me respondió.


Fragmento de Carta al Greco.

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