martes, 28 de junio de 2011

El mar carmesí

Calle de Granada. J. Sorrolla. 1910
Vuelvo de allí donde el valle del Lecrín y las Alpujarras se confunden, de un pueblo un poco más allá del Padul que le llaman Acequias. En la ruta tenía presente las palabras que le puso Antonio Gala a Boabdil durante sus primeros kilometros de exílio. El libro es a trozos demasiado sensiblero y lento, supongo que como la mayoría de los infantiles mediodias del principe heredero, pero al final se desenvuelve frente a ti como prenda personal. Amarga y blanda lana, como los recuerdos.


En la última etapa del libro, cuando el treintañero nazarí se dirige a Sierra Nevada por esa misma zona que ahora le recuerdan  nombres de talleres de chapa y pintura,  el escritor le transfiere los siguientes pensamientos: 


“Paso junto a los camellos de una caravana, de andar torpe y enredado. Jamás he asimilado el porte altivo de los camellos. Cargados, doblegados, hambrientos y sedientos, mantienen –a pesar de su extraña  fealdad- la pausa y el compás de su zancada, y el cuello erguido. Al verlos, me hiere un sentimiento de fraternidad; un rey no ha de ser como un caballo purasangre, sino como un camello: eso lo he aprendido cuando no me era útil.”


Boabdil continua y mientras asciende a las Alpujarras, desciende:  

“ ¿Qué tiene que ver la historia con la vida? ¿Acaso la historia trata, ni le importa, de cual es el contenido del corazón? ¿Habla de la aspereza del camino que se pierde de vista y que no vuelve?
  

¿Es el hombre una historia  coherente, o una sucesión de inconexos momentos?”


Hasta llegar a esto, tremendo:


“El naufrago que se ahoga es más grande que el mar; porqué el naufrago sabe que se muere y el mar no sabe que lo mata”

- Fragmentos de El manuscrito carmesí. A. Gala.-

¿Cuanto de cierto en todo esto?
Una cosa es segura. Boabdil cruzo el mar. En barco. Y allí ya se sabe...
A veces lo obvio es tan atractivo como la barandilla de un barco.

Pensando ahora en toda esta historia de Boabdil y su madre se me cruza la idea que éste hubiera sido un personaje muy de Hadjidakis y que a él le hubiera encantado escribirle una melodia. Algo así como lo que escribió para su propia madre.

Tema: Portrait of my mother-Manos Hadjidakis 



jueves, 23 de junio de 2011

La controvertida conjugación

A day in the life in Granada, just a little bit more special...

Yes, we camp! nos dijimos a nosotros mismos. Por fortuna, allí hay gente que estaba esperando esto desde hace años, o incluso décadas. Gente que necesitaba probarse a sí mismo que era capaz de hacer pleno uso de su libertad y que, al lanzar un grito o su zapato al aire, seriamos capaces de responder al menos con una sonrisa. Responder, al menos. Gente que hace que esto sea –aun si cabe- más legitimo. Oportunistas emocionales, el resto: europeos, erasmus del XXI, castellanos, vándalos, nazaríes, ciudadanos todos de esta ciudad que, desde la quema de libros en Bib-Rambla en 1499 miramos en las plazas como el mundo, cada vez más apretado, trata de demostrar más atención a cada uno de sus bordados.

El mundo no existe pues. Olvídenlo, es solo un buen soporte. No lo vuelvan a usar en sus frases con sello de urgente, a excepción de geólogos, claro. Por otra parte, si hasta una plaza hace evidente la necesidad del díscolo sufijo -kratia ¿que nos queda, si no resignarnos a la problemática de la inevitable imperfección de cualquier sistema de gobierno posible?. No creo que los suizos sean más felices que los granadinos aunque vivan 1.4 años más que nosotros.

Bien, y es ahora cuando un mensaje o una idea tiene que dejarse existir. En las próximas palabras de estos párrafos se ha de crear un punto de inflexión y decidir si todo este texto es eso, de aceptación –o también llamada resignación, depende de si el que escribe puede pagarse el alquiler o no-;  o de inconformismo y proclama de que todo esto no es “normal”, no debería serlo (es curioso que al verbo deber se le entienda tal cual en tiempo condicional).

Quiero construir una torre de argumentos que haga al rico menos rico y al pobre menos pobre y que todos trabajen lo mismo de mucho o de poco. Y tengo que hacerlo usando solo verbos libres de cualquier tipo de subjetividad, verbos primarios (despertar, desplazarse, reír, descansar, dormir, etc.). Y no puedo. Puedo soñar y tratar de aproximarme a ello durante toda mi vida, un camino de los de verdad, y perecer orgulloso de haberlo intentado, como los troncos y el cielo, promesa y espera. Y eso si me vale.

Las cosas siempre pueden mejorar, cambiar. Siguiendo frente a los parlamentos como lluvia de costado, molestándoles, advirtiéndoles y de alguna manera, amenazándoles obtendremos algo a cambio, como mínimo un trozo de moral publicable a nuestros hijos, un alimento para la vanidad sana.


Tema: A day in the life -Beatles, version de G. Green.