martes, 18 de febrero de 2014

Esmeralda y los 6 poetas




La que Seferis no quiso conocer 

La historia de esta imagen bien podría ser la siguiente: una en la que participan un puñado de poetas, una gitana llamada Esmeralda, Marsella y un poema. Además, resulta que es cierta.

Año 1937. Kavadías, joven marinero raso que desconocía por aquel entonces el uso del telégrafo pero no los versos, frecuentaba el puerto de Marsella, sobre todo el Quartier du Panier, el barrio de las putas. Por otro lado, Seferis, entonces cónsul griego en Korçe (Albania) viaja a Marsella en el mismo barco que S. Tsirkas y su mujer. Seferis viaja por asuntos de trabajo, ellos dos de luna de miel y para participar más tarde en el II Congreso Internacional de Escritores por la Defensa de la Cultura y contra el Fascismo, en París. Allí Tsirkas escribirá junto con el escritor L. Hughes el “Juramento de los poetas a Federico García Lorca” leído en el Congreso por Louis Aragón (y ya van 6 los poetas).

Kavadías junto con su amigo Pipos -el testigo de toda esta historia- quiso recibir a los dos poetas y les llevo a todos a una casa de campo en las afueras de Marsella, donde se quedaron hasta que tuvieron que volver al puerto para despedir al matrimonio que partía para el congreso de París.

Una vez que Tsirkas y su mujer partieron, quedaron por tanto tres: Kavadías, su camarada Pipos y Seferis, quien tenía que acudir a la embajada griega de la ciudad para luego hacer lo mismo con la análoga de Londres. Al constatar que el retraso era inevitable y que el día ya estaba perdido para Seferis, los marineros propusieron una visita a los “secretos de Marsella”. Entre los cuales se incluía la gitana Esmeralda.

Bien, de Esmeralda, como era de esperar, se sabe poco. Nada de particular a primera vista aparte de su nombre y su mal genio. Si que se sabe y con detalle, que llegó a ser muy malvada en un trayecto que hizo a Londres, junto con una amiga marroquí acompañando a los dos marineros. Por lo visto a punto estuvo de matar a su amiga con una navaja escondida en su falda debido a que ésta le recriminó querer engatusar a su hombre (Pipos) y a todo el barco y no bastarse con el suyo (Kavadías). Cosa que era totalmente cierta. Cuando Kavadías se enteró de lo ocurrido se lo pregunto a ella y obtuvo silencio. No se olvido de esa historia…

-A las putas en los burdeles las llamamos “públicas”. A las demás, las que están fuera ¿cómo tenemos que llamarlas? Encuéntrame una palabra - Le dijo esa noche a Pipos

Volvamos a Marsella. Montaron los tres en un taxi hacia Rue des Phociens. En el trayecto Seferis se percató del inusual camino que tomaban y se puso nervioso

-Es el barrio de los burdeles- Le dijo Kavadías y le invito a entrar a un bar a conocer Esmeralda. Seferis enfureció y aguantando la cólera les dejo en el taxi. Se marcho todo lo educadamente que pudo, según recuerdan. Tras esto, pasaron años hasta que Seferis y Kavadías volvieran a hablarse. La amistad se retomó tras una dedicatoria. Aquella que Kavadías dejo al pie de su poema “Esmeralda” cuando se publico la colección de poemas “Pousi” en 1947.  




Esmeralda

Toda la noche le regaste con el vino de Midas
y el faro le alumbraba con tres centelleos.
Al lado, el cabo segundo con larga trenza pirata
y lo largo el oscuro puerto de Gabés.

Al alba te besó el ahogado
y cuando despiertes con dos campanadas te ahogaras.
En cada caricia un nudo más se aleja ensangrentado
de la señal de la vieja herida china.

El papagayo te mando por vez última el saludo
y tosco respondió por la tubería el maquinista
Lanza a las olas tu antiguo y oxidado puñal
y tira sola al mástil de proa a colgarte.

Detrás escribe la hélice al partir “te delato”
y la polea se lo resopla chirriando al timón.
No huyas ¿dime, lo ahogaste una noche en Londres,
o en las sucias aguas de algún otro puerto?

Despiertan firmes los marinos de las profundidades
para tus cabellos por siempre peinar.
Afila aquellas espadas del habla que tanto me gustaban
y vuelve con las focas en la cuevas allá.

Tres días con clavos y tres los que te clavaron
y tú con las palmas empeñádamente cerradas
Última vez y en vano conjuraste al tifón
que nos lleva a casa a nosotros los marineros.



Στον Γιώργο Σεφέρη








Tardé en darme cuenta de que hablaban estos versos.     
Si no me equivoco, Esmeralda, una mujer que aun ejerce un gran poder sobre los hombres pero probablemente despechada, ahoga a su hijo a escondidas, lo que enfurece a toda una tripulación, al barco mismo y las profundidades.
La canción homónima en el Tocap3 esta a la altura.

Nota: La mujer de la foto es la actriz Sara Bernhardt. 1891.

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